Viajar sola por primera vez es una sensación rara. No puedes compartir nada con nadie (aún no existían las redes sociales). No hablas con nadie, no te ríes de las anécdotas. Así que para vencer todo eso me llené la agenda de cosas para hacer. Los free tour son maravillosos. Ahí conocí a 3 mujeres de canarias con quienes quedé 2 días para callejear.
Casi cada mañana tenía un tour. El más impactante el campo de concentración. El que más me sorprendió, la excursión a Podstdam y sus palacios.
A las tardes me dedicaba a deambular sin rumbo. El gran placer de perderse por la ciudad. Me perdí unas cuantas veces porque el google maps todavía no funcionaba muy bien; y porque me guié por mi curiosidad. Observar a las personas, las tiendas, los paisajes las paredes, los olores, los sonidos y dejarse llevar.
Así es como descubrí las dos Berlín, tan diferentes, separadas por un muro derruido. Una Belín antigua y otra moderna. Una berlín grandiosa y otra urbana, alternativa, contracultural, abierta, llena de grafitis. Una metrópolis diversa, llena de riqueza cultural, donde la gente hace nudismo en los parques y no pasa nada.
Pronto te das cuenta que no eres la única persona viajando sola, que hablando mal inglés te puedes mover por cualquier parte, que muchas de las personas que viajan solas se juntan, creando vínculos que trascienden culturas, edades e idiomas. Así acabé de fiesta en una Open air clandestina a lado de un río.
La primera vez que viaje sola lo hice para aprender a estar sola, venciendo al miedo a que me pasara algo, no haciendo caso al qué dirán (está sola, no tiene amigas), y huyendo de la horrible sensación de soledad.
Tenía 24 años. No he vuelto a disfrutar tanto de un viaje como haciéndolo sola, ahora es una necesidad.
Julio, con una ola de calor, me fui a Berlín 5 días. Durante los 3 primeros no comí, sólo bebí cervezas. Tenía tanto calor que no tenía hambre.
La primera lección que aprendí fue la importancia de la confianza en una misma. Desde el momento en que pisé suelo berlinés, tuve que confiar en mis instintos y habilidades para navegar por la ciudad sin hablar nada de alemán.
Viajar sola significa que eres la única responsable de tus decisiones y acciones. Aprendí a ser flexible y adaptarme a las circunstancias. No hacer planes y deambular te da una sensación de libertad increíble. Estar abierta a cualquier cosa que te suceda. Te hace estar más presente en lo que está sucediendo, porque no tienes que preocuparte por ningún plan. Valoré el placer de estar en silencio, simplemente observando, leyendo en una cafetería acogedora o en un parque tumbada en la hierba.
Tenía miedo a que me pasara algo, algo malo, porque lo mejor que te puede ocurrir es que te pasen cosas.
No hay mejor aprendizaje que el de saber estar a solas con una misma.